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Posts tagged "alicante"

Mar Menor

La clásica salida en velero a principios de junio es la bienvenida oficial al verano: sol, calor, y el agua a una temperatura que invita al baño (salvo sensibilidad extrema). En esta ocasión, el plan era navegar hacia el Sur, tratando de pasar la noche fondeados en el Mar Menor. El año pasado teníamos el mismo plan, pero se frustró porque el fuerte viento de poniente había convertido este mar interior en una especie de río bravo, que nos obligó a hacer noche en el puerto Tomás Maestre.
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En esta ocasión, la previsión daba vientos moderados de Levante con una componente Norte, el cuál hacía factible cumplir nuestro objetivo de llegar en el día al Mar Menor con cierto margen de tiempo, y con una navegación muy cómoda.

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Tras una noche en el Puerto de Alicante, zarpamos el sábado por la mañana con un Dufour 34 en dirección a Tabarca, en ausencia de viento y de oleaje. Tras dejar Tabarca a babor, y con un poco más de viento, pusimos rumbo a Port Roig que es la única cala en esa zona de la costa con algo de resguardo, y donde comimos e inauguramos la temporada de baños “a gusto” (al baño en Ibiza un mes antes le faltaban un par de grados más).
Tras esta pequeña parada, nos encaminamos al canal del Estacio donde llegamos justos para cruzar el puente que abre sólo durante unos pocos minutos cada dos horas. En esta ocasión, volvimos a ser los primeros en cruzar el puente, lo cual es bonito, pero siempre supone un poco de estrés para los que no tenemos bien medidos los tiempos.

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Preparando la travesía, leí en algunos foros náuticos que el Mar Menor se navega con calma, y eso fue precisamente lo que hicimos cuando llegamos, aprovechando el suave viento de popa que había y quitando el motor por completo. Una hora más tarde, llegamos a la Isla del Barón, donde fondeamos, nos bañamos y pasamos la noche prácticamente en soledad. La verdad es que tenía bastantes ganas de pasar una noche fondeado, porque que en las anteriores travesías de este año, por unos motivos u otros habíamos pasado todas las noches en movimiento o en puerto.
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La mañana del día siguiente la dedicamos a dar una vuelta (literal) al Mar Menor, donde la tripulación además pudo probar y coger práctica como timoneles en condiciones de viento moderado de amura; y volvimos a la Isla Perdiguera a comer. Aunque el agua en el Mar Menor sigue estando un poco turbia, esta cala tiene un color que nada envidia al Caribe. Tras la comida, emprendimos rumbo al canal del Estacio, para volver al Mediterráneo.
Una vez allí, pusimos rumbo directo a Torrevieja, donde pasaríamos la noche. La idea inicial era fondear dentro del puerto, pero las circunstancias nos hicieron cambiar de plan. El primer intento de fondeo, justo detrás de la escollera, fue fallido, y, al levantar el ancla para repetir la operación descubrimos el porqué: habíamos enganchado nuestro ancla con un ancla “abandonada” en el fondo. No fue tarea sencilla deshacer el entuerto, y finalmente subimos a cubierta el ancla recuperada del mar, para tirarla a la basura.
Cambiamos de lugar de fondeo dentro del puerto y nos pusimos más cerca de la playa. Cuando habíamos fondeado, nos dimos cuenta de que estábamos justo en la ruta de salida de uno de los pequeños puertos de Torrevieja, por lo que levantamos el fondeo y decidimos acercarnos a una de las marinas a tirar la basura. Al abarloarnos al muelle de espera, uno de los tripulantes se hizo un pequeño corte con el ancla, que estaba oxidada, lo cual precipitó la decisión de pasar la noche en el puerto, para poder ir al hospital a por la antitetánica. Tras dos días con ciertas limitaciones, la ducha de agua caliente te parece un lujo asiático y la disfrutas como tal.

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El último día ya sólo quedaba volver a Alicante, con la parada de rigor en Tabarca para disfrutar un “arroz del senyoret”. Durante la travesía hacia la Isla Plana, vimos unos peces raya, por los que nos detuvimos unos minutos para disfrutar su particular forma de nadar. El fondeo en la playa de Tabarca fue un poco más complicado de lo habitual, ya que había bastante viento y muchas embarcaciones de diversa índole fondeadas en el poco espacio resguardado por la isla.
Tras el arroz y un último susto en forma de pinchazo (nota mental: alejarse mucho más, aunque sea una zona conocida), aunque sin daños para la embarcación, llegamos al Puerto de Alicante con el tiempo justo de coger los vuelos y trenes de vuelta a nuestros orígenes.

Tabarca – La Vila

Salir a navegar por la Costa Blanca tiene sus ventajas. La mayor de ellas: el tiempo, generalmente (toco madera), es bueno en casi cualquier época del año, y la fecha elegida para la primera salida de la temporada, el segundo fin de semana de abril, no decepcionó. El mar como un plato, sol, buena temperatura, y hasta un poco de viento para poder disfrutar de la navegación a vela.

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La tripulación en esta ocasión estaba formada por unos cuantos compañeros de trabajo y el gran Jaime que vino desde Sevilla para la ocasión. Como viene siendo habitual, salimos del puerto de Alicante, y el viernes por la noche nos adentramos en las deliciosas tapas de la gastronomía alicantina.

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El sábado por la mañana, tras un desayuno bajo las faldas del monte Benacantil, zarpamos en dirección a Tabarca. Sin prácticamente viento, llegamos al fondeadero Sur de Tabarca, enfrente de la playa, que se encontraba más vacío de lo que yo esperaba teniendo en cuenta el tiempo que hacía, y que era el sábado anterior a Semana Santa… Allí fondeamos sin problemas, y algún valiente pudo darse un baño, antes de que nos recogieran para llevarnos a tierra a comer un arroz “del senyoret” y explorar un poco la isla, llegando a la zona de la antigua cárcel.

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Por la tarde, emprendimos el camino de La Vila, que era el puerto donde pretendíamos pasar la noche. Aunque hacía viento, no daba suficientes garantías de que nos permitiera llegar con luz a puerto, y optamos por la combinación de velas desplegadas y motor. En esta travesía, que fue aprovechada por buena parte de la tripulación para descansar de la dura semana, lo único destacable fue encontrarnos de frente con una patrullera de Aduanas que no debió ver nada sospechoso a bordo.

El domingo zarpamos del puerto de La Vila nuevamente con el mar como un plato, y poco viento y decidimos rodear la isla de Benidorm antes de volver tranquilamente costeando hacia el puerto de Alicante. Tanto el viento como el mar nos entraba por la la aleta de babor, por lo que la navegación fue placentera y a buen ritmo, dejando de utilizar el motor totalmente a media mañana. Comimos en travesía, saludamos a la familia en la distancia a la altura de Campello, y una vez librado el Cabo Huertas, como todavía teníamos tiempo, nos dedicamos a hacer unos cuantos virajes para desentumecer los músculos y que la tripulación no experimentada tomara conciencia de lo divertido que puede ser la navegación a vela. Tras esto, llegada a puerto, repostaje y atraque (en segundo intento).

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En resumen, la primera salida náutica de la temporada fue un éxito, y ahora toca preparar las siguientes, que tienen un poco más de enjundia.

Subida al Puig Campana

Después de decir que sí a hacer una ruta de senderismo el domingo pasado, por Alicante me di cuenta que iba a ser la primera ruta “seria” de este tipo que hacía en Alicante… Y menudo estreno. La ruta era calificada por los organizadores, el Ayuntamiento de El Campello, como de Dificultad Alta, de 15 km de longitud, y 1000 metros de desnivel… Bueno, según mi GPS, fueron 18 km, 1278 metros de desnivel, y dificultad infinita.
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El Puig Campana es una de las montañas más emblemáticas de la Bahía de Alicante, y uno de los picos más altos de la provincia. Toda una referencia para los que vivimos por la zona, y con una bonita leyenda sobre el origen de su curiosa forma: un gigante enamorado le dio una patada a la montaña, provocando el característico tajo y formando la cercana isla de Benidorm.

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La ruta la empezamos en el pueblo de Finestrat, ya que al autobús no podía subir más. De esta forma, el primer tramo hasta la Font del Molí, venía “de extra”. De la Font del Molí emprendimos la ruta circular alrededor de la montaña, dejando “el kilómetro vertical”, de lado. Esto es una ruta que sube “directo” a la cima (1000 metros de desnivel), sin rodeos, por un camino de piedras, y con una pendiente espectacular… Pero nosotros fuimos “poco a poco”. Seguimos la ruta circular, un PR muy bien señalizado, hasta el Coll del Pouet. En este punto, en la cara Norte de la montaña, el camino se bifurca en una ruta de unos de 2 km de subida para salvar los 600 metros de desnivel restantes, o la continuación de la ruta circular.

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Cogimos, por supuesto, el ascenso hasta la cima, con un “agradable” viento, que en ciertos momentos venía con rachas bastante fuertes, con nubes que impedían disfrutar del fantástico paisaje, y con una sensación térmica no todo lo agradable que podría haber sido. Hicimos cima rápido, fotos, y a regresar al Coll del Pouet, donde hicimos una rápida parada para comer, y terminar la ruta en Finestrat donde la habíamos comenzado, casi 8 horas después de haber partido.

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Cinco islas en cuatro días

El pasado puente de Todos los Santos (1 de noviembre), nos volvimos a embarcar camino de Ibiza, en lo que sería el cierre de la temporada náutica de 2016. Esta travesía totalmente “fuera de temporada” tiene sus ventajas y sus inconvenientes.

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La ventaja está clara: la cantidad de embarcaciones en las calas de Ibiza es infinitamente menor, por lo que se puede disfrutar de la isla en su plenitud. Además, el tiempo, que era un riesgo importante, nos respetó dándonos los últimos 4 días de calor tal que permitiera bañarnos.

La desventaja, en cambio, son las pocas horas de luz, que nos hicieron modificar los planes, especialmente las travesías, ya que no hay horas de luz suficientes para hacer Alicante-Ibiza, así que optamos por travesías nocturnas. Es curioso también que, de forma natural, la falta de luz fuera (y las bajas temperaturas nocturnas), nos hacía recluirnos dentro y acabábamos teniendo horarios bastante alineados con la luz solar. Una vida bastante “slow” para lo que suele ser habitual.

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El viernes noche, una vez llegó toda la tripulación, fijamos los pertinentes turnos de guardia, y partimos del Puerto de Alicante con un rumbo paralelo a la Costa Blanca para minimizar las horas en las que estaríamos lejos de la costa, virando a la altura de Calpe hacia Cala Saona, en Formentera. La travesía fue bastante apacible, reseñando sólo un par de cargueros que pasan por el Separador de Tráfico que hubo que librar adecuadamente.

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Llegamos a Cala Saona justos para comer, darnos un baño, y confirmar que teníamos la isla prácticamente para nosotros solos. La última vez (junio) que estuve en Cala Saona había cerca de 40 barcos y, esta vez, sólo 4.

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Por la tarde, enfilamos hacia la Isla de Espalmador, donde pasaríamos la noche fondeados en una boya. En este trayecto contamos con un poco de viento de través que nos permitió incluso quitar el motor un rato. Por la mañana pudimos hacer una pequeña excursión a tierra para ver si había algún resquicio del incendio del verano, y donde fuimos atacados por mosquitos hasta la saciedad.

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De Espalmador, partimos hacia Tagomago en un día con total ausencia de viento, por lo que desayunamos en travesía. Toda la costa desde Ibiza hasta Tagomago era una zona totalmente nueva para mí y la cala SW de Tagomago fue todo un descubrimiento porque el fondeo es muy agradable (al menos en estas fechas!). Además, en su cercanía hay siempre delfines, y pudimos ver unos cuantos nadando muy cerca de nuestro barco. Los delfines siempre es una buena forma de redondear una salida náutica.

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Después del baño y la comida, emprendimos la vuelta hacia el puerto de Ibiza, que era nuestra única noche en puerto. Siempre está bien tener un día de asueto, tomarse algo en tierra, y en mi caso, aprovechar para visitar a Paloma y Laia, su recién nacida hija. Además, aprovechamos para visitar Dalt Vila, la parte alta de Ibiza, y la más interesante turísticamente, ya que buena parte de la tripulación no la conocía. La marina que elegimos para atracar fue Ibiza Magna, cuya ubicación es perfecta, porque estás ya en el propio casco antiguo, pero que también tuvo inconvenientes: las duchas estaban en obras (i.e.: no había) y los ferries movían bastante el barco. El Puerto de Ibiza no estaba tan animado como en verano, pero pudimos ver el Prince Abdullaziz, el barco de la familia real saudí, que pasa los veranos en Ibiza junto a sus propietarios y su séquito.

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Tras Ibiza, el objetivo era emplear el día (el último en las Islas), para navegar en dirección Este. Así cruzamos el Freu Petit (el día era muy tranquilo), navegamos por Ses Salines, donde pudimos ver un barco cargando sal, y proseguimos a Cala Jondal, famosa por albergar el famoso Blue Marlin. Sacamos la auxiliar, y nos acercamos a tierra a tomarnos una cerveza Isleña, cuya botella es, en sí misma, un souvenir ibicenco. Tras el baño, la comida, y una ronda de cócteles, nos dirigimos a Cala D’Horts, para ver uno de los atardeceres más espectaculares de Ibiza, y para descansar un poco antes de emprender la travesía de regreso a la península.

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Tras el atardecer a las 6, decidimos zarpar hacia la península las 8, para poder aprovechar un poco del día siguiente. Así, una vez libramos Es Vedrà, pusimos rumbo directo a Tabarca. Nuevamente hicimos turnos, y precisamente cuando me desperté, había tenido lugar una de las anécdotas del viaje. Antes de subir a cubierta, miré el GPS, y vi que estábamos navegando en dirección Norte. En el mapa, de hecho, se puede ver ese cambio de rumbo. ¿La razón? Parece que habían maniobrado para dejar pasar a una embarcación de recreo… de 500 pies, que navegaba en dirección Sur. Al recuperar cobertura de móvil, comprobamos que el barco en cuestión era el Eclipse, el segundo barco de recreo más grande del mundo, propiedad de Abramovich, y dotado incluso con misiles.

Con la llegada a Tabarca, un último baño, y rumbo directo al Puerto de Alicante. Se acabó lo que se daba. 5 islas (Formentera, Espalmador, Tagomago, Ibiza, y Tabarca) en 4 días, y baños todos los días. Sólo habríamos pedido un poco más de viento, pero tampoco hay que abusar.

Formentera

Con el reciente cambio de legislación, los Patrones de Embarcación de Recreo, podemos “cruzar” a las Baleares desde la Península. Hacer esto, que ya había hecho un par de veces de tripulante, como patrón, era un objetivo para 2016, y la primera semana de junio parecía perfecta para cumplirlo.

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La elección de la fecha estaba condicionada porque mi amigo Javi iba a hacer dicha travesía desde Denia, y mi primera vez quería que fuera con alguien de confianza cerca, por si las moscas la mente flaqueaba y necesitaba algo de apoyo. Así que el momento estaba fijado: miércoles por la noche ida, y domingo por la mañana, vuelta. Sólo quedaba elegir puerto de salida (Alicante), y fijar un tiempo antes y después para llegar a las cercanías del Cabo de la Nao para que nuestras rutas fueran similares.

Así, partimos de Alicante el martes por la mañana, con rumbo a la bahía de Altea. Navegación tranquila hasta la cala de la Mina (A), donde las boyas allí instaladas nos dieron un buen cobijo para la esa noche. Primera vez que todos los de la tripulación pasaban fuera de puerto, con todo lo que ello implica.

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El miércoles por la mañana fuimos a Moraira (B) donde pasamos el resto del día tranquilamente en El Portet, aprovechando para hacer unas compras, y repostar agua y gasolina en el Puerto. Al anochecer, empezaron a llegar las primeras olas como consecuencia del viento sur que llevaba soplando todo el día, y que nos ayudaría en la travesía a las Pitusas, y levantamos el fondeo, para dirigirnos al norte, y a la altura del cabo de la Nao, emprender rumbo 90 en dirección a la playa de Ses Illetes, con picos de 8 nudos de velocidad gracias al viento de través constante

Como en casi cualquier travesía, en esta tampoco faltaron las anécdotas.
En primer lugar, descubrimos que a nuestro barco no le funcionaba la luz de alcance, así que la suplimos con la de fondeo, que aunque no reglamentaria, sí permitiría a los otros barcos vernos si venían por detrás.

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En mitad del canal, además de tener que maniobrar para esquivar un carguero (algo más o menos normal, y hasta previsto), también nos encontramos con una flota de barcos pesqueros, justo en nuestra trayectoria.

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Gracias al AIS, confirmamos que estaban parados, por lo que podíamos acercarnos tranquilamente y pasarles por la proa, para evitar sus redes. Por si acaso no lo teníamos claro, cuando estábamos a un par de millas, nos llamaron por radio, para preguntarnos nuestras intenciones. La conversación fue tal que así: “Buenos días. ¿Nos habéis visto?” “” “¿Y a mis compañeros que están a mi proa y a mi popa?” “” “Ah, pues pasadnos por nuestra proa, eh?” “” Aún así no debió de quedarse muy tranquilo y nos apuntó con una linterna cuando le pasamos. Unas millas más adelante, volvimos a repetir la operación, nuevamente nos llamaron, nuevamente les tratamos de tranquilizar, y nuevamente les esquivamos sin apenas variar nuestro rumbo. En esta segunda maniobra, desde nuestro barco amigo, también nos llamaron preocupados (en el radar parecía una colisión).

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Parecía que todo lo difícil había acabado, y dejé a los dos tripulantes que estaban de guardia solos en cubierta con una premisa clara: “vuelvo en unos minutos -cosas de la naturaleza-, si veis algo raro, bajad la potencia del motor (el viento había caído mucho), y ya subiré”. Al minuto de haber bajado, oigo como baja la potencia del motor (extraño, no había nada hace un minuto), y al segundo minuto habían bajado a por mí: “Nacho, hay algo raro por proa”. Cuando subí, la visión era realmente espeluznante, de poner los pelos de punta: una gran bola naranja… con forma de media luna. Parece que la vigilia les empezaba a hacer mella y en lo que era una luna en cuarto creciente saliendo por el horizonte, ellos estaban viendo una especie de vela de un barco fantasma o similar.
Además, a mitad de la travesía, empezamos a ver unos destellos luminosos que salían de debajo del barco y se quedaban atrás, y que concluimos que eran medusas a las que asustábamos con nuestro avance.

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Al par de horas empezó a amanecer, y llegamos a la hora del desayuno a Ses Illetes (C), en Formentera, donde una hora más tarde llegaba el otro barco, que había ido a unas 8-10 millas de nosotros todo el camino.

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Bañito reponedor, comentarios sobre la travesía, primeros pasitos con la Zodiac (dos días después seríamos íntimos con ella, pero ese primer día no fue precisamente un camino de rosas), paseo por la playa, fotos de postureo, cerveza, comida a bordo y rumbo a Cala D’Hort (D) en Ibiza.

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La parada en Cala D’Hort venía un poco obligada por la necesidad de que una tripulante cogiera un avión de vuelta (no estaba asustada, no, pero tenía una boda en la Península). De paso aprovechamos para tomar algo con mis amigos ibicencos.

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Al día siguiente, tras desembarcar a Sofía, nos dirigimos de vuelta hacia Formentera, con una parada en Ses Salines (E), incluyendo chiringuito ibicenco, y presenciando una inspección de la policía de Aduanas a uno de los catamaranes vecinos, que duró una hora larga…

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De ahí nos dirigimos a Cala Saona (F), una de esas calas que te hace preguntarte por qué la gente irá al Caribe en busca de playas. Aquí pasamos una noche plácidamente fondeados. A la mañana siguiente, nos dimos un paseo por los acantilados, y emprendimos ruta de navegación hacia Espalmador (G), uno de los sitios más impresionantes del archipiélago, en cuyo campo de boyas pasamos nuestra última tarde y noche en las Pitiusas.

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A la mañana siguiente, al amanecer, salimos de vuelta hacia la Península, con un rumbo ligeramente Sur para llegar a Calpe (H), y de nuevo tuvimos suerte con la meteorología, ya que el viento empezó a soplar a unos 8-10 nudos con componente norte, lo cual hizo la travesía amena y rápida.

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En Calpe nos quedamos en el puerto, para reponernos de las penurias de no haber tocado puerto en 4 días, y el último día, lunes, volvimos a Alicante en un día excesivamente tranquilo (para mi gusto). Esa tranquilidad, no obstante, permitió la toma de sol tranquila con el suave mecer de las olas, como colofón a una gran semana de vacaciones en la primera semana de calor de la temporada. Plan perfecto.

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