Pirineos fue el destino elegido para nuestras vacaciones de Semana Santa y, más que conocer, buscábamos compartir. Así que buscamos una Casa Rural con un salón grande en el que cupiéramos todos, y cuando llegamos elegimos qué hacer. Nuestra casa estaba en el Valle de Cardós, uno de los más remotos valles del Pirineo leridano, y una base perfecta para nuestro variado plan: un poco de turismo, alguna actividad, y juntarnos alrededor de ricas viandas y una buena conversación (y alguna discusión, para activar el cerebro).
Empleamos el jueves para viajar y, aunque desde Madrid es un poco pesado, sobre todo si no estás acostumbrado a conducir largas distancias, los últimos kilómetros de valles entre montañas escarpadas son espectaculares y un placer para la vista. Nuestros temores sobre la climatología (¿habría nieve?) se disiparon en cuanto llegamos a la casa en un valle verde y sin nieve.
En el Pallars-Subirá, la mejor recomendación de visita es el Parque Natural de Aigüestortes, en concreto, el Lago de San Mauricio. Confiados con el buen tiempo en nuestro valle, nos lo tomamos con calma y cuando llegamos a Espot para subir al Lago nos informaron que la carretera estaba cerrada y que sólo se podía subir en “taxi” (unos 4×4 que hay en Espot), y que más que andar habría que hacerlo con raquetas.
En su lugar, nos recomendaron ir al Bosc de Gerdar, un bosque de Alta Montaña, a pies del Puerto de Bonaigua. De allí sale una ruta hacia una cascada, pero nosotros lo dejamos a mitad ya que había bastante nieve. Fue poco más de un kilómetro, en un sendero entre enormes abetos cubiertos de nieve, como el camino. A la vuelta, nuestra recompensa fue una comida caliente en el Refugio de Gerdar: muy recomendable.
Tras la comida, seguimos la carretera para subir el Puerto de Bonaigua, que nos ofreció unas vistas espectaculares del Valle de Aneu desde un pequeño mirador. Tras el Puerto, estaba Baqueira, que atravesamos sin problemas porque todavía estaba todo el mundo esquiando, y llegamos a Vielha, la capital del Valle de Arán. El Valle de Arán es uno de esos sitios con mucha identidad, y con ciertas ansias diferenciadoras, entre ellas, con el idioma. Algunos habitantes del valle de Arán hablan aranés, que parece ser una mezcla entre catalán y euskera. De hecho, Arán significa Valle en euskera.
No es el único euskera que se dejó notar en este viaje, ya que muchos de los nombres de pueblos de la zona tiene un origen vasco. ¿Por qué? Tras unas pocas búsquedas en Internet, he podido descubrir que buena parte del Pirineo aragonés, catalán y Andorra perteneció a Navarra hasta el siglo XII, dejando tras de sí una importante huella en la toponimia pirenaica.
Volviendo a nuestra visita, Vielha, como capital, es una ciudad, llena de alojamientos para esquiadores, y con un par de calles con casas antiguas que le dan un toque interesante. Quizás no fue tan bonito el paseo que dimos hasta un menhir que nos recomendaron en la oficina de turismo, y cuyo único interés es que marca el centro geográfico… del Valle de Arán. Eso sí, probablemente es verdad que eso es el centro geográfico, porque no había nada más interesante alrededor.
Al día siguiente, sábado, la previsión hablaba de tormentas con precipitaciones (de lluvia en cotas bajas, y de nieve en cotas altas), así que fuimos a visitar algunos de los pueblos con encanto que la comarca tenía para ofrecernos. Elegimos empezar por Gerri de Sal, que además de pueblo típico de la zona, con cierto encanto, tenía un interés adicional en forma de salinas. Personalmente nunca me había planteado que podía haber salinas en zonas no marinas. En Gerri tienen una especie de pozo de agua salada al lado del río Noguera Pallaresa. La salinidad de dicha agua se debe a que hay unas bolsas de sal en el subsuelo, procedentes del Mar de Tetis, ya que esta zona era antiguamente un mar, antes de formarse la cordillera.
En el almacén de sal, un impresionante edificio del siglo XVII hay un museo muy interesante sobre la producción de sal de esta zona, ya que en sus momentos álgidos se llegaban a producir 1500 toneladas al año, dando trabajo a prácticamente todo el pueblo, aunque desde los años 80, la producción no ha continuado.
Tras aprender del proceso productivo de la sal, emprendimos la vuelta hacia casa, parando en Llavorsí, que nos gustó bastante. Un pueblo con casas de piedra, en perfecto estado de conservación, y con rincones bastante interesantes.
Al llegar a la casa, empezamos a preparar el fuego para la clásica torrà con productos locales que habíamos comprado el día anterior en la charcutería, y con unos calçots que conseguimos en el último minuto en un mercadillo. Espectacular todo.
El último día por allí lo empleamos en volver a primera a Espot, alquilar unas raquetas de nieve, y subir al Lago Mauricio para hacer la excursión hasta el Lago de la Ratera, volviendo por una ruta alternativa para poder ver la espectacular Cascada de la Ratera. Era mi primera vez con raquetas de nieve, y fue divertido y muy cómodas para andar por la nieve, aunque también bastante agotador. En cualquier caso, nos hizo un día buenísima, y disfrutamos las vistas al máximo.
Recuperamos fuerzas comiendo en una terraza al sol en Espot, y volviendo a casa paramos en algunos pueblos de camino. Escaló fue el primero, que es una “Villa Closa”, un pueblo consistente en una calle principal, dentro de una muralla, de origen medieval. Ya en el Valle de Cardós, aprovechamos para ver la iglesia de Ribera de Cardós, y subir a los dos pueblos al final del valle: Esterri de Cardós y Ginestarre, para poner punto y final a este viaje.
Nos quedamos con muy buen sabor de boca de la visita a una zona que yo sólo conocía por alguna escapada de esquí en mis años (más) mozos, pero que tiene mucho que ofrecer en muchos otros ámbitos… Pensando ya en el siguiente destino, que también huele a norte.