Tras pasar la noche en San Antonio, zarpamos en dirección norte para proseguir con nuestro plan. Suave navegación con mar de fondo de popa, y viento de través, y llegamos a comer al Puerto de San Miguel, que no es un puerto deportivo, sino un puerto natural (cala), en la que nos bañamos disfrutando del entorno natural característico de las Pitiusas. Aprovechamos esta parada también para grabar algún vídeo con el dron, y un par de los tripulantes también se bajaron aquí, ya que la idea de otra travesía de vuelta (aunque no iba a ser igual) no les seducía en absoluto.
Con el reciente cambio de legislación, los Patrones de Embarcación de Recreo, podemos “cruzar” a las Baleares desde la Península. Hacer esto, que ya había hecho un par de veces de tripulante, como patrón, era un objetivo para 2016, y la primera semana de junio parecía perfecta para cumplirlo.
La elección de la fecha estaba condicionada porque mi amigo Javi iba a hacer dicha travesía desde Denia, y mi primera vez quería que fuera con alguien de confianza cerca, por si las moscas la mente flaqueaba y necesitaba algo de apoyo. Así que el momento estaba fijado: miércoles por la noche ida, y domingo por la mañana, vuelta. Sólo quedaba elegir puerto de salida (Alicante), y fijar un tiempo antes y después para llegar a las cercanías del Cabo de la Nao para que nuestras rutas fueran similares.
Así, partimos de Alicante el martes por la mañana, con rumbo a la bahía de Altea. Navegación tranquila hasta la cala de la Mina (A), donde las boyas allí instaladas nos dieron un buen cobijo para la esa noche. Primera vez que todos los de la tripulación pasaban fuera de puerto, con todo lo que ello implica.
El miércoles por la mañana fuimos a Moraira (B) donde pasamos el resto del día tranquilamente en El Portet, aprovechando para hacer unas compras, y repostar agua y gasolina en el Puerto. Al anochecer, empezaron a llegar las primeras olas como consecuencia del viento sur que llevaba soplando todo el día, y que nos ayudaría en la travesía a las Pitusas, y levantamos el fondeo, para dirigirnos al norte, y a la altura del cabo de la Nao, emprender rumbo 90 en dirección a la playa de Ses Illetes, con picos de 8 nudos de velocidad gracias al viento de través constante
Como en casi cualquier travesía, en esta tampoco faltaron las anécdotas.
En primer lugar, descubrimos que a nuestro barco no le funcionaba la luz de alcance, así que la suplimos con la de fondeo, que aunque no reglamentaria, sí permitiría a los otros barcos vernos si venían por detrás.
En mitad del canal, además de tener que maniobrar para esquivar un carguero (algo más o menos normal, y hasta previsto), también nos encontramos con una flota de barcos pesqueros, justo en nuestra trayectoria.
Gracias al AIS, confirmamos que estaban parados, por lo que podíamos acercarnos tranquilamente y pasarles por la proa, para evitar sus redes. Por si acaso no lo teníamos claro, cuando estábamos a un par de millas, nos llamaron por radio, para preguntarnos nuestras intenciones. La conversación fue tal que así: “Buenos días. ¿Nos habéis visto?” “Sí” “¿Y a mis compañeros que están a mi proa y a mi popa?” “Sí” “Ah, pues pasadnos por nuestra proa, eh?” “Sí” Aún así no debió de quedarse muy tranquilo y nos apuntó con una linterna cuando le pasamos. Unas millas más adelante, volvimos a repetir la operación, nuevamente nos llamaron, nuevamente les tratamos de tranquilizar, y nuevamente les esquivamos sin apenas variar nuestro rumbo. En esta segunda maniobra, desde nuestro barco amigo, también nos llamaron preocupados (en el radar parecía una colisión).
Parecía que todo lo difícil había acabado, y dejé a los dos tripulantes que estaban de guardia solos en cubierta con una premisa clara: “vuelvo en unos minutos -cosas de la naturaleza-, si veis algo raro, bajad la potencia del motor (el viento había caído mucho), y ya subiré”. Al minuto de haber bajado, oigo como baja la potencia del motor (extraño, no había nada hace un minuto), y al segundo minuto habían bajado a por mí: “Nacho, hay algo raro por proa”. Cuando subí, la visión era realmente espeluznante, de poner los pelos de punta: una gran bola naranja… con forma de media luna. Parece que la vigilia les empezaba a hacer mella y en lo que era una luna en cuarto creciente saliendo por el horizonte, ellos estaban viendo una especie de vela de un barco fantasma o similar.
Además, a mitad de la travesía, empezamos a ver unos destellos luminosos que salían de debajo del barco y se quedaban atrás, y que concluimos que eran medusas a las que asustábamos con nuestro avance.
Al par de horas empezó a amanecer, y llegamos a la hora del desayuno a Ses Illetes (C), en Formentera, donde una hora más tarde llegaba el otro barco, que había ido a unas 8-10 millas de nosotros todo el camino.
Bañito reponedor, comentarios sobre la travesía, primeros pasitos con la Zodiac (dos días después seríamos íntimos con ella, pero ese primer día no fue precisamente un camino de rosas), paseo por la playa, fotos de postureo, cerveza, comida a bordo y rumbo a Cala D’Hort (D) en Ibiza.
La parada en Cala D’Hort venía un poco obligada por la necesidad de que una tripulante cogiera un avión de vuelta (no estaba asustada, no, pero tenía una boda en la Península). De paso aprovechamos para tomar algo con mis amigos ibicencos.
Al día siguiente, tras desembarcar a Sofía, nos dirigimos de vuelta hacia Formentera, con una parada en Ses Salines (E), incluyendo chiringuito ibicenco, y presenciando una inspección de la policía de Aduanas a uno de los catamaranes vecinos, que duró una hora larga…
De ahí nos dirigimos a Cala Saona (F), una de esas calas que te hace preguntarte por qué la gente irá al Caribe en busca de playas. Aquí pasamos una noche plácidamente fondeados. A la mañana siguiente, nos dimos un paseo por los acantilados, y emprendimos ruta de navegación hacia Espalmador (G), uno de los sitios más impresionantes del archipiélago, en cuyo campo de boyas pasamos nuestra última tarde y noche en las Pitiusas.
A la mañana siguiente, al amanecer, salimos de vuelta hacia la Península, con un rumbo ligeramente Sur para llegar a Calpe (H), y de nuevo tuvimos suerte con la meteorología, ya que el viento empezó a soplar a unos 8-10 nudos con componente norte, lo cual hizo la travesía amena y rápida.
En Calpe nos quedamos en el puerto, para reponernos de las penurias de no haber tocado puerto en 4 días, y el último día, lunes, volvimos a Alicante en un día excesivamente tranquilo (para mi gusto). Esa tranquilidad, no obstante, permitió la toma de sol tranquila con el suave mecer de las olas, como colofón a una gran semana de vacaciones en la primera semana de calor de la temporada. Plan perfecto.
La salida náutica de mediados de mayo empieza a ser un ritual y esta vez, repitiendo base (Alicante), salimos hacia el “desconocido” Sur de la Isla de Tabarca. El plan era llegar al Mar Menor del tirón el primer día y volver tranquilamente en dos. Esto es muy útil para los tripulantes no iniciados: si sobreviven al primer día, aguantan todo.
La predicción reforzó nuestra idea inicial: el fuerte viento de poniente empujaría al Malta Blue hacia el Sur rápidamente. Así que cogimos todos los rizos que pudimos, repartimos Biodramina, y emprendimos el camino del Sur lo más separados de la costa que podíamos para minimizar las rachas de viento que se cuelan por los valles.
El fuerte viento por la tarde se convirtió en muy fuerte, con rachas de 25-30 nudos, y unas cuantas horas con el barco muy escorado. Así, llegamos a los diques del Canal del Estacio, donde esperamos la hora en la que se abriría el puente levadizo que esperábamos nos condujera al Mar Menor, donde disfrutaríamos de un fondeo tranquilo…o no.
En cuanto llegamos al Mar Menor, cambiamos de idea. La combinación fuerte viento y el bajo fondo del Mar Menor había convertido nuestro soñado fondeo relajado en una suerte de río bravo que nos hizo conocer el mayor puerto deportivo de España: el Tomás Maestre (A).
Al día siguiente, navegamos un poco por la mañana por el Mar Menor, nos dimos un baño en mitad del mismo, y enfilamos de nuevo el Canal del Estacio en dirección al Mar Mayor. Este nuevo cruce fue bastante espectacular: nos colocamos en la “pole” de una flota de 15 o 20 barcos que lentamente cruzamos hacia el Mediterráneo… Ir avanzando por el canal esperando que el puente se abra antes de que tú llegues es ligeramente emocionante.
Ya en el Mar Mayor, con una meteorología mucho más apacible, pero que todavía nos permitía la navegación a vela, nos dirigimos a Cabo Roig (B). Aquí pasamos un agradable fondeo a mediodía, para acabar navegando por la tarde a la Marina de las Dunas de Guardamar (C), en la desembocadura del río Segura. Si estás leyendo esto: ojo con el canal de entrada y su baja sonda…
El último día, vuelta al puerto de Alicante, con la parada de rigor en Tabarca (D) para comernos un buen arroz en Gloria. Con todo los imprescindibles completos, vuelta al puerto de Alicante a tiempo de repostar, y coger el tren de vuelta a Madrid… antes de la siguiente salida.
Photos by Sara.